miércoles, 15 de julio de 2015

Colombia - Ciudad Bolívar











SEMANA EN CIUDAD BOLIVAR:

El lunes a las 7 Pacho, encargado de los transportes de la Fundación,
nos recogió en la camioneta para hacer el traslado. Ciudad Bolívar es
enorme. Abarca toda una montaña. Nos dirigimos al punto más alto donde
hay más antenas. Desde lejos es como una ciudad completa, un mar de
casas improvisadas, chabolas con tejados sujetos con piedras que
ocupan todos los rincones de la ladera de manera irregular. La
pendiente es enorme. Hasta al "carro" le cuesta. Esto es subir y subir
entre niños uniformados que van con sus padres o acompañantes al
colegio por mitad de la calle, busetas que esquivan los baches
haciendo eses sin que pase nada, calles llenas de basura y de perros
que campan a sus anchas hurgando en las bolsas hasta deshacerlas.
Nunca vimos tantos perros juntos. (Lo de la basura tiene una
explicación. La recogen a mitad de mañana. Como la gente tiene que ir
a trabajar pronto, la sacan antes de partir. Entre tanto los perros
hacen y deshacen las basuras. Para cuando llegan a recogerlas ya la
han esparcido por toda la calle. Moraleja: Que cambien la hora de
recogida o pongan contenedores grandes de basura donde no alcancen los
perros).

Retomando …después de un rato de curvas y pendiente como si fuera un
puerto y un laberinto de calles, algunas sin pavimentar, llegamos.
Estamos en lo más alto. Hay dos casas marianistas, la del Padre Manolo
Martínez junto a la Parroquia y la del Centro de Los Alpes que incluye
abajo la sala de talleres y refrigerio, encima el aula-ludoteca y en
el último piso lo que antes fue el jardín ahora es la casa de los
voluntarios, nuestro alojamiento durante esta semana. El padre Manolo
los lunes descansa y no está. Vamos directas al centro. Entre la
parroquia y el centro hay una explanada de tierra con porterías de
futbol. Un poco más adelante la panorámica de toda Bogotá es
espléndida. No se puede pedir más. No creo que haya muchos barrios en
Bogotá que disfruten de una vista como esta. Cada hora tiene su magia
y lo mejor, aquí la vista es gratis.

Llamamos y nos abre el profe: Alberto, que está preparando el material
y el refrigerio. Nos enseña las maravillas de manualidades que hace.
Unos jarrones y composiciones impresionantes. Por la mañana solo hay
un alumno. Jesús, monísimo, juguetón, de 5 años, huérfano de padres.
Su abuela cuida a los tres hermanitos. Los lleva como una vela, aunque
en clase está jugueteando todo el rato con cara de pillo y mirándote
de reojo. Es rápido como un rayo y acabó toda la tarea en un pis pas .
Recibió un besazo y una canción dedicada.

En la sesión de tarde, con más alumnos (26) volvimos a retomar el tema
de la familia, empleando unos cuadernos didácticos muy interesantes
que llevaremos a Madrid. Los niños siguen sorprendiéndonos con sus
preguntas como: Son muy educados en España, ¿verdad? ¿Hay tantas
basuras como aquí? ¿Qué idioma hablan en España? ¿Cómo es posible que
no tengan sueño si acá es de día y allá es de noche? ¿Y hacen muñecos
de nieve?…

En la noche conocimos al padre Manolo. Nuestra casa está a un paso de
la suya. Allí nos vemos habitualmente para desayunar, comer y cenar,
donde Sara nos hace unos platos colombianos deliciosos. Es el momento
de encuentro, la casa está abierta a todo el mundo. Cada día conocemos
a alguien nuevo. Manolo no para de hablar y nosotros de preguntar. La
conversación siempre es interesantísima porque hay una larga
experiencia de vida detrás. Pocos son los religiosos como él, que
por vocación llevan más de 40 años resistiendo amenazas, viviendo la
muerte de cerca, compartiendo la pobreza y soportando el aislamiento
de esta zona. ¡Cuántos ejemplos de vida y cuántos en el anonimato!.

Estamos encantadas. Gracias Manolo y Sara Nos sentimos en una casa especial.

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